Imanol, Malak, Uzuri, Clara eta Fernanda
Argazkia: Foku agentziako Gorka Rubio

Urretxindorra, compañeras en el camino

La asociación guipuzcoana SOS Racismo puso en marcha hace nueve años el programa Urretxindorra, que une a jóvenes de origen migrante y estudiantes que cursan estudios superiores. Se iniciaron en el proyecto piloto con unas ocho parejas, y suman casi cuarenta este año.

Viajar desde su país de origen a un país desconocido no es un paso fácil, ni para personas adultas ni para niños y niñas. Con el objetivo de facilitar este camino, SOS Racismo Gipuzkoa creó en 2014 el programa Urretxindorra. Está dirigido a niños y niñas de entre 10 y 14 años que residan en Gipuzkoa y busca su bienestar personal, emocional y social. Para ello,  jóvenes que cursan estudios superiores, tanto en la universidad como en los centros de enseñanza superior, se encargan de ser mentoras y mentores de estas niñas y niños. Quedan con su pareja asignada una vez a la semana para realizar alguna actividad consensuada.

La primera edición el programa contaba con unas ocho parejas, pero, con el paso de los años, el número de parejas aumentó considerablemente. Este año, de momento, están participando 37 parejas, una cifra que podría aumentar. «En SOS Racismo teníamos identificado que una vez que se cubrían las necesidades básicas de las y los menores, como la vivienda o la comida, muchas veces quedaban olvidadas», explica Imanol Legarda, técnico del programa. A raíz de un programa de mentoría que se realizaba en Cataluña decidieron crear el Urretxindorra en Gipuzkoa.

Tras el éxito del programa en Gipuzkoa, ahora siguen sus pasos los pasos también a Álava y Bizkaia, que realizaron sus proyectos piloto el año pasado. En Álava, Zehar Errefuxiatuekin se encarga del programa, y en Bizkaia, la fundación Ellacuria. El técnico de Urretxindorra señala que «entre las tres asociaciones han formado un bonito grupo de trabajo, que en cierto modo han tenido la oportunidad de ser mentores entre los equipos técnicos. En la actualidad, las tres asociaciones se encuentran en la misma fase, ya que pusieron en marcha el programa de forma simultánea. Ante cualquier duda, están dispuestos a ayudarse mutuamente.

En palabras de Legarda, «la participación tanto de las y los mentores como de las familias es totalmente voluntaria y normalmente son las orientadores de los centros y los servicios sociales quienes derivan a las familias al programa Urretxindorra». «Intentamos llegar a los y las niñas que más lo necesitan; algunos quieren repetir, pero a veces no tienen la misma necesidad inicial. Suele ser una pena», relata Legarda.

Fernanda Cándida fue mentora durante dos años consecutivos y este año ha descansado. Su mentorado del año pasado tenía problemas para relacionarse con la gente y ahora la situación es muy distinta: «Me encuentro a menudo con el niño y ahora muchas veces está con la kuadrila», comenta satisfecha.

Primeras citas

Fernanda Cándida, estudiante de psicología, conoció el programa Urretxindorra en la universidad. Así lo suelen conocer la mayoría de las mentoras. «La presidenta de SOS Racismo Gipuzkoa es profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco y tenemos una estrecha relación con la universidad», ha dicho Legarda. Acuden a impartir charlas a centros universitarios y de formación profesional.

Uzuri Arean estudia en el Politécnico Easo y, al conocer el proyecto de SOS Racismo, le dijo a su compañera de clase que «éste es mi proyecto», en ese momento ya había decidido que quería participar.

Malak Lazaare estudia el grado de Trabajo Social en la Universidad de Deusto y conoció Urretxindorra a través de una feria de voluntariado de la asociación para explicar sus proyectos: «Me pareció que era un programa que conectaba con mi ideología y decidí participar. Además, no exigían una experiencia concreta, lo que me tranquilizó mucho».Pero también hay quien ha conocido Urretxiundorra por sí sola. Clara Toro es la primera alumna de Musikene que participa en el programa y buscaba con ahínco un programa de voluntariado que encajara con ella. «No quería ir sólo a ayudar a un sitio; quería formar parte de un proyecto que tenía una elaboración por detrás», recuerda la músico.

 Hace dos semanas comenzaron a reunirse mentoras y niños tras la fiesta de inicio. No es fácil crear desde el principio una relación de confianza con las y los jóvenes y cada una tiene su manera de acercarse a la adolescencia: «Yo hablo mucho, no me callo y a veces tenía que tirar de las conversaciones. Pero así los niños ven que eres una persona de confianza», explica Cándida.

 

Sin embargo, también hay casualidades que favorecen esta primera relación. Arean, en su primer día, llevó a la niña a la biblioteca de Errenteria (Gipuzkoa) debido al mal tiempo. Mientras allí jugaban a las cartas, vio un libro sobre Perú y se lo enseñó a la niña, que es de allí. «El libro estaba lleno de dibujos sobre el país y me contó miles de cosas de su tierra natal», recuerda Arean.

 «Mi caso fue un poco más complicado», añade Lazaare. «El niño que estoy conociendo es de origen chino, y aún no habla mucho, ni euskera, ni castellano», asegura la mentora, que teme que alguna palabra se diga mal o que algo no se explique bien. Malak cuenta que cuando quedaron por primera vez, el niño acudió con su madre y que ésta le pidió que hablara en euskera, aunque le costara entenderlo: «Fue de gran ayuda, porque así yo también me obligo a usar más el euskera».

 

Piezas que encajan

La niña de Toro es muy abierta, y ambas conectaron desde el principio. Entre risas ha contado que el primer día fue al colegio con el padre de la niña a buscarla y que hizo más caso a la mentora que a su padre, con abrazo incluido.

La fiesta de acogida sirvió de gran ayuda a las tres mentoras noveles para contactar tanto con sus niños como con sus familias. «Hicimos un juego. A cada participante le dimos una pieza de puzzle con la que la mentora encuentra qué niño o niña se le ha asignado», explica Legarda. «Fue muy bonito. Dar ese sentido metafórico a la relación que se va a crear fue una buena idea», recuerda Lazaare.

No es tarea fácil encontrar mentores y niños que participen, y para ello llevan a cabo un elaborado trabajo en SOS Racismo. Realizan entrevistas a mentores para conocer sus gustos y aficiones, así como cuándo pueden reunirse con los niños. «Este año ha habido más de 30 parejas y ha sido difícil hacer ese puzzle de encajar a cada mentora con su niño o niña. No puedes acertar al cien por cien, pero estamos contentos con el resultado», añade Legarda.

Por otro lado, en palabras del técnico del programa, «suele ser importante enseñar a las mentoras cómo hay que cerrar esa relación y les dan formación para ello». «No quiere decir que no pueda haber una relación posterior entre las dos partes, pero una vez terminada la mentoría ya no existe la figura del equipo téncico que hay detrás, y tienen que saber cómo gestionarlo», ha aclarado.

Mientras llega la hora de despedirse, sólo queda pasarlo lo mejor posible. Cándida consiguió recuperar la ilusión por las cosas simples gracias a verlas a través de su mentorado: «Yo soy brasileña, y cuando iba al cine por primera vez era toda una experiencia. Con el paso de los años perdí esa ilusión y ver la cara de alegría de los niños cuando nos reuníamos me ayudó a recuperarla».

Planes de todo tipo

Cada semana, las parejas realizan planes de todo tipo, pero eso sí, deben ser consensuados entre ambas partes. Arean ha explicado que para poder dar a la niña la oportunidad de elegir el plan, intentan consensuar dos posibles planes para la próxima semana al finalizar la cita: uno si hace buen tiempo y otro si hace mal tiempo.

«Ahora que vivimos en una sociedad muy diversa, no hay nada mejor que conocer a gente diferente de la zona», explica Lazaare para animar a la gente a participar en el programa. La joven también se ha referido a que le ayuda a dar pasos adelante académicamente, ya que está aprendiendo a enfrentarse a realidades muy diversas.

«Al principio, al oír la palabra mentoría, no me imaginaba una relación así: se crea una relación totalmente horizontal», subraya Legarda. En este sentido, Toro ha querido añadir que «para mí es muy importante compartir. Yo misma no puedo vivir sin recibir y dar, y esa relación que estoy construyendo con la niña es precisamente lo que yo necesitaba».

Para ejercer de mentor no hay condiciones o exigencias específicas, basta con ser estudiante de educación superior o universitaria de entre 18 y 30 años, tener una tarde libre a la semana para estar con un niño o niña, y tener ganas e ilusión, nada más. «Aunque el periodo de este año ya ha comenzado, a veces las mentoras, por cuestiones de trabajo o de otra índole, tienen que dejar el programa», explica Legarda, que siempre necesita gente por si acaso. Para más información se puede consultar la página web www.sosracismogipuzkoa.org.

Muchas personas han participado en estos nueve años en el proyecto Urretxindorra, y el coordinador del programa ha querido señalar que algunos de los niños y niñas incluidos en el programa ya han comenzado a asumir el rol de mentor: «Espero que a partir de ahora esto ocurra más veces, porque alguien que ha vivido esa experiencia puede ayudar más».