¿Política antiinmigración desde la izquierda?

 

Este artículo fue originalmente publicado en Noticias de Gipuzkoa el 26.10.22

 

Con estupor leo un llamamiento a hacer política antiinmigración desde la izquierda. Con estupor porque el firmante no es cualquiera en la izquierda abertzale.

Hay que recordar que partimos de un consenso básico por parte de la mayoría de los partidos vascos, instituciones y todo tipo de entidades sociales en considerar la inmigración que nos llega a Euskalherria como algo a lo que esas personas tienen derecho y en valorarla como una aportación a la sociedad vasca, para lo que es preciso desplegar políticas que palíen su situación de ciudadanas y ciudadanos de segunda categoría a la que les condenan las discriminatorias leyes de extranjería y no pocas actitudes racistas y xenófobas existentes en la sociedad.

Enfrentado a este consenso, hasta ahora, se sitúa Vox y, en no pocas ocasiones, el Partido Popular. Vox reclama que se frene la inmigración, la califica de un problema creado por intereses oligárquicos interesados en destruir nuestras sociedades, la sitúa como enfrentada a las clases trabajadoras y responsable de aumentar el paro, jalea la teoría del “gran reemplazo” eje sobre el que pivotan los discursos de las derechas extremas europeas y del partido republicano estadounidense, denuncia a quienes nos movilizamos en defensa de sus derechos acusándonos de promover la inmigración… Pues bien, ahora se plantea que esas banderas sean las posiciones de la izquierda.

El articulista deja claro, ya desde el titular, su mensaje ¿Migración? No gracias. La define como una lacra, un cáncer. La adjetiva de masiva, de bárbara, que lastra y desarticula al pueblo vasco y responde a una estrategia de los capitalistas, inoculada por los dueños del planeta, que buscan precarizar y desmantelar la sociedad vasca y convierten al inmigrante en su mejor instrumento para ello, que desarma a los trabajadores locales y hace peligrar sus conquistas sociales, alerta de que su mayor tasa de natalidad les convertirá mañana en mayoría, lo que califica como una bomba retardada, y critica que la izquierda vasca y toda Euskalherria nos hemos convertido en cómplices de esa política criminal, fomentamos la migración y hacemos de tontos útiles. ¿Su solución? El antiimperialismo, luchar por que el inmigrante no se vea obligado a venir y seguir el camino de los partidos de izquierda en Suecia y Alemania que, al parecer, están planteándose su errática actitud ante las migraciones masivas. Curiosamente entiende que todo esto es compatible con la defensa radical de los derechos de refugiados y migrantes.

Pues no. Esas posiciones políticas, abanderadas por las derechas extremas, son incompatibles con la defensa radical de los derechos de las personas refugiadas y migrantes. Por el contrario, refuerzan las posiciones de quienes, hoy en día, se oponen al derecho de las personas migrantes y refugiadas a buscar una vida mejor, para sí y para sus familias, allí donde lo puedan encontrar. Porque esta es la cuestión clave, reconocer ese derecho y luchar para que puedan ejercerlo, que tengan posibilidad de acceder de forma segura a nuestros países y encontrar en ellos los mismos derechos y deberes que el resto de la ciudadanía.

Claro está que el primer derecho es que no se vean obligadas a abandonar sus países y esa debe ser una reivindicación constante. Pero ese, en la práctica, es un horizonte a muy largo plazo. Y hoy, cualquier política que llame a frenar la migración es echar agua al molino de quienes están llevando a cabo esa política con unas consecuencias criminales. Políticas que siempre vienen acompañadas por un piadoso discurso de mejorar las situaciones en los países de origen, de impulsar el codesarrollo…

Y no, la actual inmigración, que el articulista denomina masiva, no lastra y desarticula al pueblo vasco. En este país, sin recurrir a nuestro pasado remoto, hemos visto llegar a nuestros pueblos y barrios contingentes muy importantes de personas migrantes de otras zonas del Estado, que han contribuido a cubrir las necesidades de la economía vasca, han participado en primera línea en los movimientos sindicales de lucha por conseguir arrebatar derechos a la burguesía, han conformado nuestra sociedad actual, como una sociedad plural y diversa. Cierto, las migraciones actuales tienen otros orígenes, provienen de otros ámbitos culturales, tienen otros rasgos étnicos, profesan, en ocasiones, otras religiones… ¿será esa la diferencia? Y hoy, en contraste con el pasado, tenemos herramientas institucionales propias, aunque insuficientes, para poder articular políticas que permitan su inserción en la sociedad en condiciones de dignidad y reconocimiento de derechos.

La precariedad laboral, el ataque a los derechos laborales y sociales adquiridos no tiene como causa a las personas migrantes. Ya la empezamos a sufrir antes de que comenzaran a llegar estos nuevos contingentes de migrantes, hace menos de tres décadas. Hay que buscar sus causas en el desarrollo de un sistema económico cada vez más depredador y explotador que no encuentra enfrente a sindicatos potentes y no limitados a la población trabajadora con contrato fijo, de grandes empresas o del funcionariado, a unos partidos de izquierda cada vez más inoperantes, a unos gobiernos que permiten unas condiciones salariales, de precariedad y de trabajo irregular que empobrecen día a día a las clases trabajadoras… Hacer responsable de esto a la migración, no sólo es injusto, es aventar ideas muy enraizadas en la población que buscan chivos expiatorios externos, en quienes vienen de fuera, en vez de encarar las causas propias, internas.

Las mujeres tienen todo el derecho a autodeterminarse, a decidir el número de hijos e hijas que quieren tener y a contar con posibilidades para ello. Esto, hoy en día, sigue sin conseguirse. El cuidado de los hijos e hijas sigue recayendo sobre ellas. Su acceso al trabajo y las condiciones del mismo sigue siendo discriminatorio. Mientras no se avance en estos terrenos, seguirá habiendo una tasa de natalidad muy baja en las mujeres autóctonas. Luchemos por que esas condiciones cambien y, una vez conseguido, tendrán todo el derecho las mujeres autóctonas y las llegadas de fuera, a tener los hijos e hijas que quieran.

Quienes luchamos por el derecho de las personas migrantes a buscarse la vida en nuestros países no fomentamos la migración, no generamos lo que denominan “efecto llamada”, lo que hacemos es contribuir a que nuestra sociedad, la sociedad vasca, se articule en base a valores fundamentales, de igualdad de derechos para todas las personas. Valores que no son patrimonio exclusivo de las izquierdas. Y no contribuimos a reforzar la imagen de las migraciones como un problema a frenar, a combatir, contribuyendo a su criminalización, sino como un continuum a lo largo de la historia, basado, ciertamente, en un mundo desigual, pero en el que el derecho a la libre circulación no puede limitarse a un privilegio de la ciudadanía de determinados países occidentales, que es lo que ocurre hoy en día.

Lo grave de que personas que se reivindican de izquierdas levanten estas banderas y llamen a los partidos de izquierda a asumirlas, es que contribuyen a legitimar los discursos de extrema derecha, con el viento a favor en la mayoría de la UE, pero que, hoy por hoy, no tienen eco en la sociedad vasca. Pretender combatir a la extrema derecha con sus mismas cartas evoca lo que tantas veces se ha comprobado, entre el original y la fotocopia, la opción es clara.

Coordinador de SOS Racismo Gipuzkoa